La Falta de Componentes Electrónicos y sus Consecuencias
En septiembre del pasado año se comentaba que la industria de semiconductores empezaba a ver la luz al final del túnel. Después de muchos meses sobrellevando la escasez de componentes, todo apuntaba a que la situación se normalizaría a mediados de 2022.
Las previsiones señalaban que se iba a producir un aumento de la capacidad de producción a gran escala, lo que permitiría acelerar tanto la producción que incluso para 2023 podría haber sobrecapacidad.
La realidad actual es muy distinta. La escasez de componentes sigue afectando a la industria electrónica global, en especial en la producción de procesadores, que continúa teniendo impacto durante este año y algunos componentes concretos seguirán viéndose afectados en 2023 y hasta 2024.
Las medidas han empezado a tener lugar por necesidad. Intel fue la primera en dar un paso al frente, con una inversión de más de 20.000 millones de dólares para la construcción de nuevas fábricas de semiconductores en Estados Unidos. La Unión Europea también movió ficha con un fondo de 800 millones de euros para atraer a empresas fabricantes a Europa, donde actualmente no tenemos fábricas capacitadas para producir los componentes de más alto rendimiento.
Estados Unidos aprobó un presupuesto de 52.000 millones de dólares para dar apoyo a empresas tecnológicas dedicadas a los semiconductores. En la misma línea, la Unión Europea subió su apuesta inicial a los 43.000 millones de euros de aquí a 2030. Incluso el gobierno de España ha aprobado un nuevo plan para la dedicación de 12.500 millones de euros a la fabricación de semiconductores, con lo que se convertiría en la principal potencia europea de semiconductores en el viejo continente para 2027. De momento, eso sí, ese puesto lo ocupa Alemania, donde Intel y TSMC han instalado sus fábricas para la producción de microchips.
¿Por qué Europa y Estados Unidos han decidido intervenir y apostar tan fuerte por los semiconductores? Porque China les lleva ventaja. El país asiático no ha parado de invertir en este producto desde principios de 2021, consiguiendo aumentar su producción en más de un 40%. Gracias a China, podríamos superar la crisis en 2023. Otra cosa es que Europa y Estados Unidos quieran depender de un gran rival político, o prefieran solucionar el problema sin su ayuda, aunque tarden más.
Porque, por mucha medida que se esté tomando, este tipo de fábricas no van a solucionar la situación rápidamente. Su elevado coste, su complejidad y la escasez de materiales siguen estando presentes. Desde los anuncios hasta que las fábricas empiecen a funcionar y podamos notar alguna mejora, deberán pasar mínimo 2-3 años.
Siendo optimistas, podríamos volver a la normalidad en 2024 (al menos fuera de China). Pero lo cierto es que estos planes de inversión todavía están en una fase primitiva y los plazos pueden alargarse unos años más, eso si no volvemos a encontrarnos con una nueva situación que genere escasez. Algunas previsiones incluso apuntan que, una vez todas estas inversiones comiencen a funcionar con regularidad, no solo eliminaremos la escasez, sino que provocaremos un exceso de microchips.